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El riesgo de que el lago navegable más alto del mundo se convierta en una cloaca

Opinion, 02 de Octubre 2023



La isla flotante de Totora en la Bahía de Qewaya, en el lago Titicaca./ MANUEL SEOANE
La isla flotante de Totora en la Bahía de Qewaya, en el lago Titicaca./ MANUEL SEOANE
La presencia de microalgas en el agua de la bahía de Qewaya, son las responsables de sus tonalidades verdes./ MANUEL SEOANE
La presencia de microalgas en el agua de la bahía de Qewaya, son las responsables de sus tonalidades verdes./ MANUEL SEOANE

La contaminación y el calentamiento global amenazan con convertir en una cloaca al Titicaca, el lago navegable más alto del mundo. Científicos advierten que este cuerpo de agua ubicado a unos 3.810 metros de altitud sobre el nivel del mar que comparten Bolivia y Perú se ha llenado de  desechos domésticos e industriales, lo que ha propiciando la aparición de peligrosas microalgas. La falta de lluvias también ha reducido sus aguas a niveles críticos. Además, los vecinos de la bahía de Coahana, la zona más contaminada del lado boliviano, describen que el lago presenta habitualmente una enorme mancha oscura y un olor a huevo podrido.

El Titicaca está a a 144 kilómetros de la ciudad de La Paz, la capital administrativa de Bolivia. Toneladas de contaminantes como plásticos, metales pesados y aguas servidas son arrojados sin control a ríos que cruzan las ciudades bolivianas de El Alto, Viacha y Laja, donde viven más de un millón de personas. Los torrentes urbanos se unen en la zona rural al río Pallina que arrastra los desechos hasta desembocar en la bahía de Cohana, donde está el lago. “La contaminación me hace sentir mucho dolor, no somos conscientes del manejo de la basura, los bolivianos no sé cómo nos educamos”, dice con tristeza Óscar Limachi, sentado en su bote en el embarcadero de la localidad de Quehuaya, donde vive con su esposa y sus siete hijos.

Este antiguo pescador, de 53 años, que ahora se dedica al turismo y la ganadería mira con preocupación que las marcas de agua en las maderas del muelle han bajado por la falta de lluvia y que los peces prácticamente han   desaparecido, al igual que las algas que sacaba del lago para alimentar a sus animales.

En el lado peruano, la bahía de Puno, una localidad de 130.000 habitantes, está totalmente contaminada por la descarga de aguas servidas, mientras que el río Coati arrastra hasta el lago la basura que genera la ciudad de Juliaca, de 600.00 habitantes.

El Titicaca tiene un área de 8.562 kilómetros cuadrados y es considerado el mayor lago de agua dulce de Sudamérica. Se encuentra en la cuenca endorreica del altiplano andino que comparten Bolivia y Perú. Allí viven unos 2.1 millones de habitantes. Cada uno de ellos genera aproximadamente 0.5 kilos de basura diaria.

La contaminación ha causado que sus aguas no sean recomendables para el consumo humano. También ha provocado que el 85% de las especies de peces endémicos estén en riesgo de desaparecer y graves daños a la flora acuática. Kilómetros de terreno, que en época de lluvia se inundaban, actualmente son paisajes casi desérticos debido a una persistente sequía por la que los animales buscan desesperadamente algo de pasto para comer.

“Con la sequía y la contaminación, hay una sinergia negativa que impacta a la población del lago Titicaca”, dice Juan José Ocola, biólogo y presidente de la Autoridad Binacional Autónoma del Lago Titicaca (ALT), institución creada en 1996 por Bolivia y Perú que se encarga del manejo, control y protección de los recursos hídricos, hidrobiológicos y ambientales del lago. “Yo estimo que se requieren mínimamente 600 millones de dólares para tratar aguas residuales, tratar residuos sólidos, fortalecer la capacidad de gestión ambiental de las municipalidades e implementar un programa binacional para sensibilizar y educar a la población sobre los problemas ambientales del lago”, agrega.

“Si no hacemos algo, vamos a tener una enorme cloaca donde se vierten todos los residuos, un lago totalmente degradado sin fauna ni flora y con pocos espacios donde se pueda seguir cultivando trucha”, alerta Carlos Revilla, antropólogo y director del instituto de investigación y acción de desarrollo integral (IIADI).

MICROALGAS PELIGROSAS 

El científico francés Xavier Lazzaro encabezó en junio de 2019 la instalación de una boya en la que se convirtió en la primera estación hidrometeorológica automática y autónoma del Titicaca, que es parte del observatorio científico ambiental permanente en la zona, un proyecto financiado por el Programa De Las Naciones Unidas Para El    Desarrollo (PNUD).

Las observaciones de la estación apoyadas por imágenes satelitales evidenciaron en 2021 el aumento del fenómeno denominado eutrofización, que es el enriquecimiento de nutrientes como el nitrógeno y fósforo que propician la floración de microalgas. En 2022, la boya registró en el norte del lago una superficie de color verde (en vez de un tono azul) una característica de la presencia de estas microalgas.

Este es un proceso natural que toma miles de años, “pero se ha acelerado de forma crítica en los últimos 40 debido a la contaminación doméstica e industrial combinada con el calentamiento. Hemos arruinado una belleza natural”, afirma Lazzaro, quien desde 1979 ha realizado investigaciones en el Titicaca como parte del Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo (IRD).

El experto teme que en la actualidad ocurra un episodio peor al registrado en abril de 2015, cuando se documentó la primera floración de fitoplancton en el lago debido una lluvia inusualmente larga que llevó a un exceso de nutrientes, materia orgánica y contaminantes en el agua favoreciendo el crecimiento incontrolado de microalgas que redujeron el nivel de luz y oxígeno en el fondo del lago causando la muerte masiva de peces, ranas y aves acuáticas.

Debido a una falta de presupuesto, desde noviembre de 2022 se suspendieron las investigaciones con la boya y los equipos de medición fueron devueltos a PNUD. “Actualmente, no sabemos qué pasa, así que hemos vuelto a la situación anterior a 2019, ¡sin vigilancia!”, manifiesta. 

SEQUÍA

Lazzaro sostiene que el lago, que es del tipo endorreico (sus aguas no llegan al mar y se agotan por evaporación, infiltración o consumo) enfrenta una década de sequía por el calentamiento global “y con la llegada del fenómeno de El Niño será peor aún”.

“Se observó (con la boya) una tendencia de reducción nítida de la precipitación anual de 782 milímetros (mm) en 2020, 677 mm en 2021, hasta 485 mm en 2022. Así como una reducción del período lluvioso: de septiembre 2019 a marzo 2020; de octubre 2020 a abril 2021; de febrero a abril 2022″, explica.

En los últimos seis años, el nivel del agua del Titicaca empezó a bajar y ya no se recuperó. El promedio debería ser 3.810 metros sobre el nivel del mar, pero debido a la alta exposición a la radiación solar y lo elevado de la evaporación, ha bajado hasta un 2.1% por debajo del nivel promedio, “lo que es preocupante”, dice el presidente de la ALT.

“El agua baja casi 12 centímetros mensuales. Si seguimos a este ritmo, en 2024 podríamos llegar a la peor sequía y al nivel más bajo del Titicaca registrado en el año 1943 a 3.806 metros sobre el nivel del mar”, explica Ocola.

La falta de agua ha afectado las 90.000 hectáreas de totorales, una planta acuática en forma de junco que depende del agua para subsistir y es un ecosistema importante porque es un hábitat de peces nativos. También impacta el turismo, la agricultura y la ganadería y pone presión a la pesca, ya disminuída.

La captura de peces bajó en un 90% en 30 años por los problemas medioambientales y la sobreexplotación. En 2022, la ALT realizó una campaña para lanzar a las aguas del Titicaca cuatro millones de alevines (crías) de peces endémicos para repoblar la zona y este año se espera alcanzar los seis millones.

El ministerio de Medio Ambiente anunció el envío de una brigada de especialistas al Titicaca para investigar y determinar las causas del descenso del nivel de sus aguas. El equipo también analizará los componentes del hábitat y biodiversidad de la zona para evaluar el daño ambiental y esperan tener resultados en octubre.

Fuente: Opinion

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